Mi nombre es Ángel, tengo casi 10 meses de edad y soy el blogger que gestiona este sitio..

A continuación voy a presentaros mi mundo, mis progresos, mis aventuras, mis pequeñas gamberradas y todo aquello que rodea mi día a día.

Ya voy a la guardería, y gracias a las didácticas de estimulación temprana a la que me somenten mis papis y maestras ya soy capaz de llevar todo esto yo solito.

Espero que os guste, que disfrutéis mucho con mis aventuras y que día a día entre todos aprendamos muchas cosas y lo pasemos muy bien.

Besitos a todos y Bienvenidos

jueves, 29 de diciembre de 2011

Mi diccionario bebé-adulto

Hola a todos de nuevo!!
La vuelta al cole y al trabajo de papá y mamá nos deja muy poquito tiempo libre para poder contaros nuevas cositas.
Ya estamos en Navidad, a punto de comenzar el año 2012. En todo este tiempo me han pasado multitud de cosas y mis pequeñas neuronas siguen revolucionadas. Ya duermo en la cama sin la barrera, corro, ando en moto, subo y bajo las escaleras con ayuda tan solo de la pared, hago puzzles super complicados, me encanta hacer garabatos, siluetas y colorear dibujos,... Esto es un no parar.
Sin embargo, hoy quiero contaros cómo poco a poco cada día parloteo un poco más. Y digo parloteo porque, a diferencia de la locuacidad y verborrea de mi primo Miguel, tan solo 20 días más pequeño que yo, a mí aún me cuesta salir de las sílabas reduplicadas y no me animo aún a enlazar palabras. Mamá dice que no la importa, que yo hablaré cuando yo decida, no cuando lo decidan los demás. Y últimamente, estoy planteándome tomar esta decisión, porque cada día repito más palabras y hablo bastante más.
Os voy a hacer un pequeño resumen, a la vez que diccionario, de mis primeras palabras a lo largo de todo este tiempo:
Con 12 meses de edad comencé a hablar; principalmente decía ma para mamá, pa para papá, aba para agua y oa para hola.
Entre los 12 y los 18 meses aumenté mi registro a unas cuantas palabras polisémicas. Es decir, cada una de ellas podía tener multitud de significados. Por ejemplo:
pe era pie, pero también pez, chupete, papel, pito, pulpo, mosca (¡!)
- te era tren y tres, aunque en general se refería a todos los números y a aquellos objetos que contuvieran un número, por ejemplo, un ascensor.
- nnno: el número uno.
- era, sin duda, pis.
- ma era gato.
- babá: perro, pato.
En general, y al menos hasta los 21 meses de edad, el nombre de los objetos eran palabras onomatopéyicas: tá-tá es reloj, pí comenzó a ser también tren y coche,...
- obú: yogur.
- tatá: abuelita, pero también cucharilla, pan, galleta (que más tarde pasó a llamarse simplemente a), caca. Cuando alguien me preguntaba: ¿cómo se llama esto?, yo siempre respondía tatá.
- bu: autobús.
- mi: moto y todo lo relacionado con ella, como el casco.
- no: claramente no.
- teté: botón; después se convirtió en la palabra principal para llamar a abuelito.
- nuna: luna.
- baba: agua y, por extensión, cualquier otro líquido, como la leche.
- pepe: Pepe (el burrito de la canción) y papel.
Entre los 18 y los 21 meses (los que cumpliré dentro de seis días) no he experimentado grandes cambios, la verdad, pero en los últimos días he comenzado a repetir más palabras:
- oa además de hola también significa ahora,
- ababá (a guardar),
- ababa (agarra),
- pé (de pie),
- bebe (bebé y patito, pollito o pajarito),
- ebe (huevo),
- popa (pompa),
- nene (jamón, hermano),
- nené (hermano Sergio),
y algunas palabras más que a mis papás todavía les cuesta registrar porque aún no las utilizo con suficiente frecuencia.
Además, canto canciones... Termino la última sílaba de algunas palabras o, si me la sé, digo la palabra completa:
"Este dedo es la...... (mamá)....... Éste otro es el ...... (papá)...... El más largo es el herma.... (ne), con la niña de la ma......(ne)...."
"Al cocherito.... (yeyé)" O algo así...
Bueno, ya os iré contando más cosillas. Ahora ahora me tengo que ir, porque me tengo que probar el disfraz de pastorcillo que me ha hecho mi abuelita Isabel.
Muchos abrazos a todos y...
¡¡¡¡¡¡¡¡ FELICES FIESTAS DE NAVIDAD!!!!!!!!

jueves, 28 de julio de 2011

Y llegó el fin de curso...

...y con él, las vacaciones de verano.

Me encanta ir a la guardería, de veras, pero la verdad es que últimamente se me estaba haciendo un poco cuesta arriba tener que madrugar cada día y separarme de mi mamá, que es quien habitualmente me lleva al cole. Un vez allí, tras un pequeño puchero, enseguida se me pasaba el disgusto, buscaba a mi primo Miguel entre los demás niños y rápidamente solicitaba mi ración de leche con cereales, antes de ponerme a escuchar durante un rato las canciones de la guarde.

El calor, el buen tiempo, el trasnochar un poquito más, los columpios, los paseos por el campo,... Todo eso era un claro indicador de que se avecinaba un cambio de rutina.

El cole se despidió de los niños y familias un viernes 17 de junio de 2011, aunque no cerraría sus puertas definitivamente hasta el próximo curso hasta el  del mes de julio. Las profes y Jesús, el cocinero, nos prepararon una gran fiesta: un vídeo recordatorio de nuestros mejores momentos del curso, un cuentacuentos del que no perdí el más mínimo detalle y una merienda "rica, rica y con fundamento", como diría Arguiñano, para niños y mayores, acompañada de una divertida sesión de columpios!!!

Por supuesto, no era día de siesta. No me dormiría hasta que me montara en el coche, que es el mejor somnífero que tengo. Pero no antes, ¿cómo oba a perderme tanta fiesta, tanta gente, tanto estímulo...? desde entonces, he aprendido que, como diría nuestro Cervantes en su Quijote, "quien mucho duerme, poco vive", y es que ya no me echo más siesta de la necesaria. Si tengo algo que ver, ¿¿por qué perdérmelo?? ;-))

Mis primeros pasos

12 meses y una semana. Esa era, aproximadamente, la edad que tenía cuando comencé a dar mis primeros pasos en solitario. Insisto, en solitario. Ya iba como una moto agarrado a mis papás con 7 mesecillos, día arriba, día abajo...

Como es natural, mis primeros pasos los daba caminando desde mamá hasta papá, o a la inversa, y cuando alcanzaba victorioso mi destino, lo celebraba con una feliz y sonora carcajada que a mis padres les sonaba a canto celestial.

Poco a poco comencé a sentirme cómodo caminando sosteniendo mi cuerpo tan solo con las dos piernas y descubrí que, para mi sorpresa, además podía aprovechar esta posición y utilizar las manos con otros fines, como coger un juguete que dejaba caer al suelo para tener una excusa para agacharme y volverme a levantar.

Para mí era todo un descubrimiento. Explorar con la cantidad de posibilidades motoras de mi cuerpo que poco a poco se iban abriendo a mi camino era lo más divertido, extraordinario y espectacular que en aquel momento me podía suceder.

Cada vez mis avances eran más y más grandes. Poco tiempo después, sin que apenas mis papás ni yo nos diéramos cuenta, comencé a caminar por mi propio pie, sin ningún tipo de apoyo necesario. De la marcha, pasé a corretear, a caminar curiosamente hacia atrás, a bailotear, a dar vueltas de pie sobre mi propio eje...

Cada día aprendo una cosa nueva, lo que me llena de entusiasmo e ilusión. Como dice la canción: "tengo tantas ganas de crecer y de aprender"... Ojalá nunca pierda esta ilusión!!!

Mi primer cumpleaños

Hace mucho que no escribo en el blog. Y lo echaba en falta. De vez en cuando me gusta poner por escrito algunos de los recuerdos más importantes de mi vida; recuerdos, muchos de ellos, que tan solo rememoraré con estos breves escritos y alguna que otra foto y vídeo, ya que rápidamente pasarán a un segundo o tercer plano en mi memoria...

Uno de ellos, sin duda, mi primer cumpleaños. Recuerdo a mis papás eufóricos y desbordados de ilusión. Preparativos, comida familiar, tarta con los tíos y los primos,... Y un terrible catarro por parte del que escribe que apenas me dejó disfrutar de la fiesta!! Para mí era todo extraño: tanta gente, tanta comida, tantos paquetes, tantas voces,... Todo ello resonaba dentro de mí como una grave voz de ultratumba.

Era mi primer cumpleaños; no entendía lo que eso significaba, tan solo que mis papás y abuelitos me preguntaban algo y yo respondía levantando tímidamente mi dedito índice. Sin embargo, todo a mi alrededor me indicaba que un primer cumpleaños era algo divertido y que, sin duda, tenía que celebrarlo a lo grande; pero mi catarro era más poderoso que todo ello.

Ya era tarde para cancelar o aplazar la fiesta. Todo el mundo estaba avisado y había hecho sus planes en función de esta celebración. Así que no me quedaba más remedio que aguantar como un grandullón -porque ya era un grandullón- el chaparrón que se me venía encima.

Lo pasé victorioso. Disfruté jugando con mis primos, con mi gatita (que poco después se despediría definitivamente de mí), con mis nuevos juguetes, e incluso comí un poco de esa tarta casera que mamá había improvisado aquella mañana.

Era domingo 3 de abril. El lunes, amanecería aún sin haber cumplido los doce meses de edad. No se produciría el cambio hasta las 22:25 de la noche. Pero el lunes era día de cole. Allí lo celebraría de nuevo con mis amigos de la guardería y con mis papás, con mi corona de papel y más felicitaciones.

miércoles, 16 de marzo de 2011

CARNAVAL, CARNAVAL!!!

Aún no sé qué es eso del Carnaval. no entiendo qué significa toda esa gente que aparenta ser quien no es y que va armando bullicio por la calle. Las ferias, el algodón dulce, las chirigotas,... Sin embargo, ¡¡me encanta!!
Mi primer disfraz de Carnaval fue diseñado y elaborado por una modista de alto postín: mi abuelita. Con sus menesterosas manos, hizo el diseño y confeccionó un gracioso disfraz de abejita para mi primito Miguel y para mí.
Fuimos los dos igualitos a la guardería, así que supongo que a nadie le quedó duda de que tenemos algún tipo de relación entre nosotros... Nuestros compis iban muy graciosos y originales: de tortuga, pingüino, princesa, Spiderman, Caperucita,... Otra niña también se disfrazó de abejita, pero claro, su disfraz era de reina abeja, nosotros íbamos de zánganos, así que nuestro disfraz era distinto... jeje...
Aquí os dejo una foto de lo requetesalados que íbamos. Eso sí, con ciertas dificultades para mantener el gorrito bien puesto...

CONOCIENDO MI CASITA

Con mis diez meses y medio, estoy hecho un auténtico explorador. Jesús Calleja, a mi lado, ¡¡un principiante!! Y es que como siga este camino, mis papis me ven dentro de unos años presentando un programa de deporte extremo o de escalada...
Aún no soy capaz de mantenerme de pie yo solito, sin apoyo; sin embargo, mis ganas por conocer de primera mano todo lo que me rodea me animan a superarme a mí mismo cada día.
Mi último logro consistió en subir nada más y nada menos que ocho peldaños de las escaleras de mi casita. La curva que hacen las escaleras a mitad de camino cerraron mi espacio y no dejaron sitio para colocar mi inexperto pero ansioso piececito.
Durante los últimos días ya había hecho varios intentos. Infructuosos, no tanto por no ser capaz de hacerlo (no llegué a ponerme a prueba a mí mismo), como al miedo de mamá a que lo intentara tan pequeñín como soy.
Pero aquí tenéis un pequeño testigo de mi nuevo éxito.

domingo, 27 de febrero de 2011

UN PASEO SOBRE RUEDAS

El día ha amanecido resplandeciente. Hoy es uno de esos días primaverales en plena estación de invierno. Mis papás han decidido salir a dar un paseo en bici los tres juntos. No, aún no sé montar en bici. Ni siquiera me mantengo aún derechito yo solito sobre el "twingo" correpasillos que me regaló mi tío Teo hace unas semanas. A mí me tienen reservado un trocito del velocípedo de mi papá, regalo de su cumpleaños.
Efectivamente, el sol brillaba con todo su esplendor; sin embargo, el aire frío que soplaba nos recordaba que aún era mes de febrero en el Hemisferio Norte, es decir, pleno invierno.
Muy abrigadito, de los pies a la cabeza, sujeto fuertemente con el arnés de mi sillita, comenzó el viaje!!! Mis ojos brillaban de ilusión y hacían chiribitas. No podía apartar la mirada de las ruedas de la bici de mi mamá, que viajaba a nuestra vera, y mi gesto de sorpresa era aún mayor al comprobar que éstas se movían al ritmo que  marcaban sus pies al girar. ¡Qué magia tan extraña!
A cada giro, nos encontrábamos en un lugar distinto, a una corta distancia del punto anterior, pero distinto. La ilusión no fue tan emocionante como cuando di mis primeros pasos de la mano de mis papis, pero desde luego fue también mayúscula.
La luz y el calor del sol, el abrigo y la seguridad que me daba ir guiado por mi papi, hicieron aún más placentero el paseo a orillas del Esgueva rumbo a Valladolid, a casa de mi primo Miguel.
Allí pasamos el resto del día, descansando y recuperando fuerzas para el viaje de vuelta.
Doce kilómetros recorrimos en su totalidad. Doce emocionantes kilómetros que no me quise perder ni un momento. No parpadeaba, por si acaso en uno de esos instantes mis ojos se cerraban y me quedaba dormido. Doce kilómetros de una experiencia nueva de tantas otras que me quedan por descubrir y disfrutar junto a mi papás...

sábado, 12 de febrero de 2011

Mi nuevo dormitorio

Hace unas semanas comencé a sentir el inmenso placer que produce el poder desplazarse de un extremo a otro de la habitación. Arrastrándome, gateando y dando grandes zancadas sujeto a las firmes y seguras manos de mis papás, exploraba cada rincón de la casa. Mis padres se van dando cuenta, poco a poco, de la cantidad de riesgos que una casa tiene, y cada día hacen algo nuevo al respecto por mi seguridad: tapan enchufes, quitan objetos rompibles a mi alcance,...

Cada día es un nuevo logro para mí. Un día aprendí a doblar una rodilla, otro conseguí doblar las dos y sostenerme en esta postura, poco después logré incorporarme y ponerme de pie, sujeto a algún objeto,... Eran tantos, tan grandes y tan rápidos mis logros, que mi mente comenzó a inquietarse. Ya no era capaz de mantenerme tranquilo en mi cunita. En cuanto sentía que mi espalda rozaba el colchón, rápidamente mi ágil cerebrito se activaba y comenzaba a dar órdenes: siéntate, túmbate, ponte boca abajo, vuelve a sentarte, ponte de pie, túmbate de nuevo,... Pero este ritual que se convirtió en una constante diaria cada noche antes de dormirme, se convirtió también en una costumbre que acompañaba a mis sueños.

Mis largas noches durmiendo de un tirón desde que era muy pequeñito pasaron a ser noches interrumpidas por un "no sé cómo ponerme". La cuna, un inmenso espacio para mí cuando abandoné el reducido vientre de mamá, de repente era un lugar que me impedía dar rienda suelta a todos esos movimientos que bailaban en mi mente.

La decisión de mis padres fue inevitable. De la cuna a la cama. Con cierto miedo por cambiarme de habitación y sentirme más alejado, por cuidar de que no me cayera de la cama y por ver si era capaz de adaptarme a mi nuevo entorno nocturno, una noche, sin previo aviso, se produjo el cambio. Tras algunas horas quejándome y rezongando en la cuna, papá y mamá optaron por llevarme a mi nuevo dormitorio. Y mano de santo... El resto de la noche dormí como un lirón...

Cierto es que ya conocía mi habitación. En ella me había echado ya más de una siestecilla y, cuando papá pintó las paredes, se preocupó mucho de que yo me familiarizara con su nuevo aspecto. por eso, la adaptación fue rápida.

Es cierto que pasar una noche entera durmiendo en la cama implicaba ciertos riesgos no tan obvios como dormir una simple siesta. Ocho, nueve o diez horas seguidas durmiendo... ¿Y si me despertaba y me daba por gatear de un lado a otro de la cama, como me gustaba hacer cuando estaba despierto? Toda precaución era poca. La cama pegada a la pared, una barrera protegiendo el otro lateral y cojines y almohadas por doquier por todos aquellos huecos que quedaban libres.

Noche tras noche me acostumbraba cada vez más al cobijo de mi camita y mi nuevo dormitorio. Cada día mis papás me dejaban acostados con la seguridad, cada vez mayor, de que no corría ningún riesgo.

Ya he cumplido los 10 meses de edad. Sin duda, este cambio supone un pequeño paso en la vida de los hombres, pero un gran paso para mí...

domingo, 16 de enero de 2011

Queremos marcha, marcha..!! (o no)




Hola pequeños compañeros de aventuras..
Esta semana voy a contaros mis impresiones sobre las largas tardes de alegría y alboroto en casa de mis abuelitos.

Qué ganas tengo de volver a la rutina.. Las fiestas navideñas tienen estas cosas.. Sales de viaje, duermes en casa, comes a deshora, bebes más de la cuenta (bueno, eso yo no) y sobre todo mucha fiesta, alegría y jolgorio. Cantamos villancicos, abrimos regalos, descubrimos nuevos usos para objetos tradicionales y sobre todo jugar y jugar y jugar.. Lo mejor, lo más curioso, es que todo el mundo quiere jugar con nosotros, los peques. Es como si de repente una blanca luz bajase del cielo y nos iluminara con su potente luz..

Así, casi sin darme cuenta, me encontré una tarde, en casa mis abuelitos, sentando en la alfombra de juegos y rodeado de mayores que no hacían más que llamarme sin parar..

Vaya lío, tanta gente a mi alrededor, mirándome, llamándome, diciéndome cosas, tocándome, atrayendo mi atención.. mi primo tratando de cogerme de las manos, mis tíos enseñándome juguetes repletos de luces y sonidos extraños, mi abuelito haciéndome fotos, mamá proclamando mis proezas a los cuatro vientos, papá cantando villancicos, soplando el matasuegras a la par que trataba de ponerme encima una de esas pelucas plateadas de noches de fiesta y diversión.... ¡¡ Qué locura !!

¡¡ QUERÉIS CALLAROS DE UNA VEZ !! (me hubiera gustado decir..)

La verdad es que al principio, tanta alegría, tanta diversión, me encantó. Pero sinceramente.. llegó un momento en que me descontrolé.

Los peques somos como pequeños relojes de precisión. Tenemos nuestras pequeñas rutinas que nos ayudan a organizarnos el día y nos dan seguridad. Aún no soy capaz de entender el paso del tiempo, por eso, saber qué va a pasar a continuación supone una gran ayuda para mí. Esas rutinas diarias que se repiten sistemáticamente al comer, al dormir, en el baño, me facilitan la vida porque me permiten saber en qué momento del día estoy, qué se espera de mí y cómo debo comportarme en una u otra situación.
Por eso, y hablo en nombre de todos los peques del mundo, pedimos a papis, abuelitos, tíos, primos y demás familiares queridos, que en estos días tan especiales sean respetuosos con nuestras rutinas.. Que disfruten y sean felices con nosotros, pero que no se olviden que nuestros pequeños organismos necesitan de esas pequeñas cosas que nos ayudan a sentirnos seguros. Ya que si bien es cierto que un entorno familiar estimulante facilita el desarrollo y consolidación de nuestras capacidades cognitivas, afectivas, emocionales, motrices o relacionales, un exceso de estímulos nos altera un montón.

En cualquier caso... je je, éstas han sido mis primeras navidades y quiero que todos sepáis que he sido muy, muy FELIZ.