Me encanta ir a la guardería, de veras, pero la verdad es que últimamente se me estaba haciendo un poco cuesta arriba tener que madrugar cada día y separarme de mi mamá, que es quien habitualmente me lleva al cole. Un vez allí, tras un pequeño puchero, enseguida se me pasaba el disgusto, buscaba a mi primo Miguel entre los demás niños y rápidamente solicitaba mi ración de leche con cereales, antes de ponerme a escuchar durante un rato las canciones de la guarde.
El calor, el buen tiempo, el trasnochar un poquito más, los columpios, los paseos por el campo,... Todo eso era un claro indicador de que se avecinaba un cambio de rutina.
El cole se despidió de los niños y familias un viernes 17 de junio de 2011, aunque no cerraría sus puertas definitivamente hasta el próximo curso hasta el del mes de julio. Las profes y Jesús, el cocinero, nos prepararon una gran fiesta: un vídeo recordatorio de nuestros mejores momentos del curso, un cuentacuentos del que no perdí el más mínimo detalle y una merienda "rica, rica y con fundamento", como diría Arguiñano, para niños y mayores, acompañada de una divertida sesión de columpios!!!
Por supuesto, no era día de siesta. No me dormiría hasta que me montara en el coche, que es el mejor somnífero que tengo. Pero no antes, ¿cómo oba a perderme tanta fiesta, tanta gente, tanto estímulo...? desde entonces, he aprendido que, como diría nuestro Cervantes en su Quijote, "quien mucho duerme, poco vive", y es que ya no me echo más siesta de la necesaria. Si tengo algo que ver, ¿¿por qué perdérmelo?? ;-))
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