Después de varias semanas oyendo decir a mis padres que, como ya soy muy mayor, tengo que ir a un cole de mayores, por fin llegó el día. O, como a veces digo yo, cole de los medianos, porque en él hay muchos niños grandes grandes...
Mis papis me lo pintaron todo muy bonito, y no se equivocaban. Una profe guapa y muy buena, muchos niños nuevos, dibujos por las paredes, un patio con toboganes y motos (¡¡toma ya!!), muchos cuentos, puzzles, juguetes,... Total, que en este cole voy a aprender muchas cosas y me lo voy a pasar pipa!!
Septiembre ha sido un mes un poco dificilillo. Ya sabéis, con tanto cambio y, además, viendo cómo se avecinaba la inminente llegada de mi hermanito Pablo.
Papá se ha encargado de llevarme y recogerme a diario, a pesar del complicado horario que supone el periodo de adaptación; la primera semana iba dos horas (en mi caso, no me tocaba madrugar, porque iba desde las 11:15 hasta las 13:00), la segunda semana, tres horas (ya tenía que levantarme prontito, iba de 9 a 12) y la tercera semana, ya hacía un horario completo como el de resto de cursos (de 9 a 14 horas).
A pesar de todo, la verdad es que este horario me ha ayudado a adaptarme a las mil maravillas. Ahora, mes y medio después, me siento allí como pez en el agua. Tengo mis amiguitos, me gustan las actividades que hacemos, me encanta eso de tener que llevar una bolsita con el almuerzo... Los lunes y jueves, bocata; los martes y viernes, fruta; los miércoles, galletas o derivados.
Aún sigo siendo un poco reservado fuera de casa y tiendo a esconderme cuando hay mucha gente alrededor, así que todavía necesito algún que otro empujón para participar en clase en las asambleas y otras actividades, pero estoy seguro de que con el tiempo y una... un zumito, pisaré el acelerador algún día y dejaré a todos boquiabiertos.
Me gusta mi cole, me gusta aprender, me gusta crecer...
Hola niños y niñas.. Este soy yo, bueno, así era yo mucho antes de nacer. Ese día aún estaba en la tripita de mamá y fue la primera vez que me vieron de verdad.. era mi segundo mes de embarazo y fue muy emocionante. Tan solo media 2.68 cm pero ya podía verse mi cabecita, mis manitas y mi tripiiita.. Jo.. con lo a gustito que se estaba yo en la tripita de mamá.
Mi nombre es Ángel, tengo casi 10 meses de edad y soy el blogger que gestiona este sitio..
A continuación voy a presentaros mi mundo, mis progresos, mis aventuras, mis pequeñas gamberradas y todo aquello que rodea mi día a día.
Ya voy a la guardería, y gracias a las didácticas de estimulación temprana a la que me somenten mis papis y maestras ya soy capaz de llevar todo esto yo solito.
Espero que os guste, que disfrutéis mucho con mis aventuras y que día a día entre todos aprendamos muchas cosas y lo pasemos muy bien.
Besitos a todos y Bienvenidos
miércoles, 30 de octubre de 2013
lunes, 21 de octubre de 2013
LA SEÑORA LENGUA
Jueves, 12 de septiembre de 2013
Hace tiempo que mis papis se dieron cuenta de que mi lengüita no se movía como la de mi primo Miguel o la de otros niños con los que nos encontrábamos. Tenía frenillo lingual. Nunca nos lo dijo un médico, y es que mi escasa movilidad de la lengua nunca me dificultó la lactancia, ni me impidió aprender a masticar, ni siquiera a hablar. Es cierto que mi primo, por ejemplo, hablaba primorosamente, y aún lo hace, en cuanto a la articulación de las palabras se refiere, pero como aún tengo tres años, me queda todavía tiempo para aprender y no le damos más importancia de la que suponemos que tiene.
El caso es que papá y mamá se han decidido a operarme. Ya empiezo en el cole nuevo y no quiero tener problemas para hablar bien y en público. Soy un poco tímido y, una dificultad añadida, me lo pondría aún un poco más difícil.
Como os decía al principio, jueves 12 de septiembre de 2013. Edad: 3 años, 5 meses y 8 días. Ha llegado el gran día. Tras un análisis de sangre que demostró mi valentía, una visita a la anestesista y un par de ellas al cirujano, por fin llegó el esperado y temido momento.
Pasé el día entero en ayunas, como me mandaron. Fuimos en coche al hospital y... ¡qué gran aventura! Tenía una cama con ruedas que subía y bajaba , me levantaba los pies o la cabeza,... Y con ella me metieron en un ascensor enorme. ¡¡¡Enorme había de ser para que cupiera una cama!!!
Una vez en la planta de arriba me empezaron a entrar los nervios. Algo me decía que iba a suceder algo que no me iba a gustar mucho: separarme de papá y mamá y quedarme con un montón de gente extraña en una habitación llena de aparatos.
"Me hago pis", mascullé nada más llegar. Poco había de hacerme cuando no metía un trago de agua en el estómago desde las 8 de la mañana y eran más de las 5 de la tarde. Puros nervios.
Papi y mami trataron de entretenerme un buen rato hasta que la anestesista me llamó. "¿Ángel?". Ahí estaba yo, echo un flan, esperando lo más pacientemente que podía. "¿Está malito?" "No", contestó mamá. "¿Tiene mocos?", antes de que mamá pudiera contestar no, yo me adelanté y dije: "Mamá, tengo mocos", ya sabíamos que si estaba pachucho y con mucha mucosidad, tendrían que cambiar la fecha de operación... Pero no resultó.
Finalmente, la anestesista me metió en brazos en esa extraña habitación y, con los ojos enlagrimados, me resigné... Lo que sucedió allí dentro no lo recuerdo. Sé que dormí una corta pero placentera siesta y, al cabo de un ratito, desperté en el ascensor de nuevo camino a mi habitación.
Apenas habían pasado 5 minutos, que a mis padres se les hizo eternos. Mi felicidad fue grandiosa cuando volví a ver a papá y mamá, ¡¡por fin!! Aunque creo que más alegría sintieron ellos, que no paraban de contemplarme. Yo no era capaz de decirles nada. Solo tosía y tosía, se me escapaba alguna lagrimilla y mi "nueva" lengua aún parecía querer seguir durmiendo.
Hace tiempo que mis papis se dieron cuenta de que mi lengüita no se movía como la de mi primo Miguel o la de otros niños con los que nos encontrábamos. Tenía frenillo lingual. Nunca nos lo dijo un médico, y es que mi escasa movilidad de la lengua nunca me dificultó la lactancia, ni me impidió aprender a masticar, ni siquiera a hablar. Es cierto que mi primo, por ejemplo, hablaba primorosamente, y aún lo hace, en cuanto a la articulación de las palabras se refiere, pero como aún tengo tres años, me queda todavía tiempo para aprender y no le damos más importancia de la que suponemos que tiene.
El caso es que papá y mamá se han decidido a operarme. Ya empiezo en el cole nuevo y no quiero tener problemas para hablar bien y en público. Soy un poco tímido y, una dificultad añadida, me lo pondría aún un poco más difícil.
Como os decía al principio, jueves 12 de septiembre de 2013. Edad: 3 años, 5 meses y 8 días. Ha llegado el gran día. Tras un análisis de sangre que demostró mi valentía, una visita a la anestesista y un par de ellas al cirujano, por fin llegó el esperado y temido momento.
Pasé el día entero en ayunas, como me mandaron. Fuimos en coche al hospital y... ¡qué gran aventura! Tenía una cama con ruedas que subía y bajaba , me levantaba los pies o la cabeza,... Y con ella me metieron en un ascensor enorme. ¡¡¡Enorme había de ser para que cupiera una cama!!!
Una vez en la planta de arriba me empezaron a entrar los nervios. Algo me decía que iba a suceder algo que no me iba a gustar mucho: separarme de papá y mamá y quedarme con un montón de gente extraña en una habitación llena de aparatos.
"Me hago pis", mascullé nada más llegar. Poco había de hacerme cuando no metía un trago de agua en el estómago desde las 8 de la mañana y eran más de las 5 de la tarde. Puros nervios.
Papi y mami trataron de entretenerme un buen rato hasta que la anestesista me llamó. "¿Ángel?". Ahí estaba yo, echo un flan, esperando lo más pacientemente que podía. "¿Está malito?" "No", contestó mamá. "¿Tiene mocos?", antes de que mamá pudiera contestar no, yo me adelanté y dije: "Mamá, tengo mocos", ya sabíamos que si estaba pachucho y con mucha mucosidad, tendrían que cambiar la fecha de operación... Pero no resultó.
Finalmente, la anestesista me metió en brazos en esa extraña habitación y, con los ojos enlagrimados, me resigné... Lo que sucedió allí dentro no lo recuerdo. Sé que dormí una corta pero placentera siesta y, al cabo de un ratito, desperté en el ascensor de nuevo camino a mi habitación.
Apenas habían pasado 5 minutos, que a mis padres se les hizo eternos. Mi felicidad fue grandiosa cuando volví a ver a papá y mamá, ¡¡por fin!! Aunque creo que más alegría sintieron ellos, que no paraban de contemplarme. Yo no era capaz de decirles nada. Solo tosía y tosía, se me escapaba alguna lagrimilla y mi "nueva" lengua aún parecía querer seguir durmiendo.
Dos horas más estuve en la habitación esperando a que el doctor me diera el alta. En tanto, leí unos cuentos muy bonitos con mamá y papá, puse pegatinas, coloreé,... ¡¡¡Me lo estaba pasando pipa en ese hospital!!! Al rato, llegaron mis abuelos de Palencia con un par de regalitos, mi tía Heli con un cuento mágico,... Y en casa me esperaban mis otros abuelos, que también se morían de ganas por verme.
Yo no sabía qué significaba eso de operarme, pero si llego a saber que iba a ser tan divertido, ¡¡lo hago antes!! Ahora, el doctor me ha mandado jugar con la señora lengua, así que por delante empieza un nuevo reto, hacer ejercicio con mi señora lengua, tal y como papá hace casi a diario con su cuerpo...
¿POR QUÉ?
Dicen que los 3 años es la edad del porqué. Y a mi corta edad, no entiendo por qué lo dicen, así que les pregunto constantemente a mis padres por qué...
A cada respuesta que obtengo, mi réplica vuelve a ser la misma: ¿y por qué? A veces me dicen que soy muy preguntón, ¡¡ni que fuera un niño aprendiendo a comprender el mundo!! ¡¡Menudo reto!! Creo que mis padres, a su avanzada edad, aún no lo han conseguido (comprender el mundo, digo), porque a veces me contestan: "¿y tú por qué crees que es así?" o "Dime tú por qué...". Yo creo que es la clara respuesta de qué no conocen la respuesta... Aunque es cierto que con esa pequeña estrategia muchas veces logran que deje de preguntar y comience una conversación un poco más coherente.
Otras veces mi papá, que tiene mucha mucha labia, me contesta con un speech larguísimo para explicarme, por ejemplo, por qué las pilas sirven para hacer funcionar una linterna. Me quedo tan pasmado ante su respuesta, que no encuentro palabras para contestarle. Si él me dice, "porque las pilas conducen la energía", yo respondo: ¿y por qué las pilas conducen la energía?". Y así podemos tirarnos la mañana entera en un círculo vicioso sin salida. Pero cuando papi me da una lección magistral acerca de los elementos conductores y no sé qué más líos, me quedo boquiabierto. Aunque a veces es a él a quien dejo yo anonadado y, dado que no puedo responderle "¿y por qué (aquí iría toda la explicación de papá)?", le digo simplemente "¿y por qué?" y... ¡¡¡VUELTA A EMPEZAR!!!
Me lo paso estupendamente con este juego. Al principio parecía carecer de sentido. Yo simplemente preguntaba y repetía por jugar con las palabras, pero poco a poco le he ido encontrando un sentido y mis preguntas y constantes repeticiones ya tienen forma y fondo. Es un juego en que que no vale el silencio como respuesta. Siempre hay que contestar. ¡¡¡Lo más divertido de todo es ver la cara de mis papás cuando jugamos!!!
Hemos estado jugando todo el verano, hasta que comencé en mi cole nuevo, EL COLE DE LOS MAYORES. Y es verdad eso que dicen que en el cole hay respuesta para todo. Desde entonces, he dejado de preguntar constantemente: ¿y por qué? Pero mi historia del cole nuevo os la cuento en otra entrada, ¿vale?
A cada respuesta que obtengo, mi réplica vuelve a ser la misma: ¿y por qué? A veces me dicen que soy muy preguntón, ¡¡ni que fuera un niño aprendiendo a comprender el mundo!! ¡¡Menudo reto!! Creo que mis padres, a su avanzada edad, aún no lo han conseguido (comprender el mundo, digo), porque a veces me contestan: "¿y tú por qué crees que es así?" o "Dime tú por qué...". Yo creo que es la clara respuesta de qué no conocen la respuesta... Aunque es cierto que con esa pequeña estrategia muchas veces logran que deje de preguntar y comience una conversación un poco más coherente.
Otras veces mi papá, que tiene mucha mucha labia, me contesta con un speech larguísimo para explicarme, por ejemplo, por qué las pilas sirven para hacer funcionar una linterna. Me quedo tan pasmado ante su respuesta, que no encuentro palabras para contestarle. Si él me dice, "porque las pilas conducen la energía", yo respondo: ¿y por qué las pilas conducen la energía?". Y así podemos tirarnos la mañana entera en un círculo vicioso sin salida. Pero cuando papi me da una lección magistral acerca de los elementos conductores y no sé qué más líos, me quedo boquiabierto. Aunque a veces es a él a quien dejo yo anonadado y, dado que no puedo responderle "¿y por qué (aquí iría toda la explicación de papá)?", le digo simplemente "¿y por qué?" y... ¡¡¡VUELTA A EMPEZAR!!!
Me lo paso estupendamente con este juego. Al principio parecía carecer de sentido. Yo simplemente preguntaba y repetía por jugar con las palabras, pero poco a poco le he ido encontrando un sentido y mis preguntas y constantes repeticiones ya tienen forma y fondo. Es un juego en que que no vale el silencio como respuesta. Siempre hay que contestar. ¡¡¡Lo más divertido de todo es ver la cara de mis papás cuando jugamos!!!
Hemos estado jugando todo el verano, hasta que comencé en mi cole nuevo, EL COLE DE LOS MAYORES. Y es verdad eso que dicen que en el cole hay respuesta para todo. Desde entonces, he dejado de preguntar constantemente: ¿y por qué? Pero mi historia del cole nuevo os la cuento en otra entrada, ¿vale?
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